Mi madre murió a comienzos de febrero de 1967, y yo estaba junto a su cama en el hospital.
Había estado sentado en silencio mientras ella descansaba, estaba siendo espacioso y consciente y notando lo que estaba sucediendo. Parientes, doctores y enfermeras entraban y salían de la habitación. Entre ellos, vino una mujer y dijo “Los médicos me acaban de decir que hay una nueva medicación que creemos que ayudará”. Yo solo escuché el tono animado de la enfermera, dándome cuenta de que mi madre estaba rodeada de una conspiración de negación.
En un momento luego de eso
Cuando no había nadie en la habitación, mi madre se volvió hacia mí y me dijo “Rich, creo que voy a morir”, y yo le respondí “Sí, yo lo creo también”.
¿Te imaginas lo que debe haber sido para mi madre tener a alguien que simplemente afirmara lo que ella ya sabía, cuando no podía lograr que nadie en toda la situación lo validara?
Me preguntó “¿Cómo creés que será, Rich?”.
Yo dije “Bueno, tú sabes, no lo sé, por supuesto, pero te miro y puedo ver tu cuerpo desintegrándose. Es como una casa en llamas, y te escucho dentro de ella, solo estando conmigo, y me parece que la forma en la que tú y yo estamos conectados no está realmente definida por el hecho de que este cuerpo se esté desintegrando, porque suenas como siempre has sonado, y me siento como siempre me he sentido… Creo que tú y yo nos amamos, y que realmente el amor trasciende a la muerte”.
Una semana después, mi madre suplicó que la llevaran del hospital a su casa.
La trasladaron en una ambulancia y estaba tan feliz que podías sentir su tranquilidad cuando llegó. Todos estaban esperando que muriera dentro de los días siguientes, y cuando esto no sucedió, vino el médico y dijo: “Miren, no podemos darle las transfusiones que necesita. Recomendamos llevarla de nuevo al hospital”. En lo más profundo de mi corazón sabía que ese era un movimiento equivocado en el sentido de que el doctor tenía un plan que no estaba honrando apropiadamente a mi madre. No estaba honrando este momento para su transformación -pero tampoco podía hablar con ninguna firmeza en contra de eso.
Mi madre había muerto hacía seis meses cuando entré en una cultura de casi mil millones de personas en India, que tenía un sentimiento y actitud enteramente diferentes hacia la muerte. Toda una cultura en la que crecer, vivir, envejecer y morir es parte de una red de la vida comunitaria.
La muerte es parte de la vida, y tiene ciclos, como las hojas cayendo en otoño, tiene tacto, sabor, sonido, emoción. Piensa en ello… formar parte de una cultura en la que la muerte no es vista como un fracaso o un enemigo, sino como una etapa de la vida.
Estamos en una posición muy interesante en esta cultura. Somos demográficamente una cultura envejecida, con valores orientados a la juventud, por lo que más y más personas, a medida que envejecen, son vistas como menos valiosas en nuestra sociedad. Valoramos la última interfaz de internet, y no hay linaje transmitido como tradición por generaciones anteriores.
-Ram Dass